01 d’abril 2007

NO CAL PARLAR

Fragment de l’entrevista a Georges Brassens -amb mostatxo-, al seu camerino del local “Bobino”, el 12 de desembre de 1972, realitzada per Ramón Chao -sense mostatxo-, escriptor, periodista, músic i pare de Manu Chao.

(...)

Ramon Chao. – Está usted encerrado en una torre de marfil, y...

Georges Brassens. – Es una leyenda eso, no es cierto... Vivo como todo el mundo...
R.Ch. – Quizás, pero ha dicho usted frases como...

G.B. – Se cuentan muchas cosas...

R.Ch. ... “vivo separado de la realidad”...

G.B. – Sí, pero tampoco hay que fiarse de lo que digo. Hay que matizar. Sabe usted, las cosas que digo las digo en el momento que me las preguntan. Cuando hablo, como ahora, hablo según mi humor; mi contestación depende de la pregunta, de quién me la hace, del momento en que se me hace. Por eso no hay que tomar todo lo que digo como palabras de mi evangelio. Digo lo que me parece, pero se me encuentra, al fin y al cabo. Yo sé lo que digo...
R.Ch. – Sí, pero es muy difícil, porque...

G.B. – Mire, le voy a decir una cosa. Creo que no hay que contestar a las preguntas. Ya lo dije antes, y creo que dentro de unos años voy a decidirme a ello. Si tengo algo que decir, lo diré en las canciones, y no tengo más que decir. No tengo que dar explicaciones...

R.Ch. – Sí, pero también dice que no hay que tomar sus canciones al pie de la letra...

G.B. – Sí, pero se lo digo a los que me lo preguntan, y no al principio de las canciones.

R.Ch. – De acuerdo. Entonces, es muy difícil conocerle. Ni en sus palabras ni en sus canciones...

G.B. – Sí, es muy difícil, pero todo esto es muy difícil. No se puede conocer a un hombre así; es muy incómodo. Sobre todo cuando este hombre no pertenece ni a una doctrina, ni a una estética determinada. Es muy difícil. E incluso él mismo tiene dificultades para expresarse. A mí me resulta dificil explicarme.

R.Ch. – De todas formas, a partir del momento en que usted es una “vedette”, tiene una especie de obligación. Puede negarse a hacerlo, pero el sistema le exige todo esto.

G.B. – No, no tengo ninguna obligación de explicar por qué escribo mis canciones. Creo todo lo contrario, que no es bueno hacerlo. No hay que explicar. Pero no tengo obligación de hacerlo. Es un rumor que corre, pero no es cierto...

(...)

G.B. – No tengo que explicar nada. Canto lo que quiero. Y gusta o no gusta. Contesto únicamente por cortesía, ¿sabe usted?

R.Ch. – Ya lo veo.

G.B. – Creo que no tengo que dar explicaciones a nadie. Confucio dijo “desde ahora no haré ninguna pregunta a nadie”. Yo soy enemigo de las preguntas. Y nunca pregunto a nadie.

R.Ch. – Pues bien, no quiero molestarle más...

G.B. – No tengo obligación de explicar por qué escribí esto o aquello. No porque haya alcanzado el éxito tengo la obligación de hacerlo. Es un error creer eso. Un artista no tiene por qué explicar lo que hace. Yo escribo lo que me pasa por la cabeza, y no tiene mayor alcance.

R.Ch. – De todas formas, un artista es un hombre público, y aunque no lo quiera está desempeñando un papel político. Cuando usted canta “Á l’eau de la claire fontaine”, está haciendo usted una determinada política...

G.B. – Ah, bueno. Entonces llega usted muy lejos. Entonces no se puede decir nada. Mi papel se limita a eso: escribo una canción, y luego, como decía Musset, “que Dios la lleve a su dirección”. En el comportamiento de un obrero también hay una vertiente política: la forma como se comporta con sus jefes, con sus subalternos, con la propietaria del restaurant donde va a comer. Por sus gestos, sus acciones, etc. Todo el mundo desempeña un papel político, y no sólo yo. No, no tengo más obligaciones que los demás. Mi única obligación consiste en hacer canciones que estén bien hechas, y den placer al público.

Georges Brassens, Ramón Chao, Ediciones Júcar LOS JUGLARES, 1973.